Recientes pruebas de datación por carbono realizadas por los Museos Vaticanos han revelado que las túnicas atribuidas a los apóstoles Pedro y Juan no pudieron haberles pertenecido. Estas prendas, aunque de gran importancia devocional para los creyentes católicos, datan de períodos posteriores a la vida de los apóstoles.
La túnica supuestamente perteneciente a Pedro ha sido fechada entre los siglos VI y VII d.C., mientras que la dalmática atribuida a Juan data de los siglos I y II d.C. Esto contrasta con la vida de los apóstoles, que se sitúa en el siglo I d.C.
A pesar de estos hallazgos, las túnicas continúan siendo objetos de profunda devoción para los fieles. Sin embargo, su estado de conservación es lamentable, presentando una severa descomposición y manchas oscuras.
Estas prendas se encontraban almacenadas en el Sancta Sanctorum, cerca de la Basílica de San Juan de Letrán, un sitio que ha albergado importantes reliquias cristianas y que fue la residencia papal hasta la mudanza del papado a Aviñón. Desde al menos el año 772, hay documentación que confirma el almacenamiento de reliquias en este lugar. En 816, el Papa León III colocó una caja de reliquias bajo el altar de la capilla.
Los secretos de esta bóveda permanecieron ocultos hasta 1903, cuando el Papa León XIII permitió una investigación. Sin embargo, el proceso de revelación fue ralentizado por el Papa Pío X, conocido por su postura anti-modernista. La bóveda contenía una vasta colección de objetos sagrados y reliquias, incluyendo artículos asociados con Jesús y otros santos.
A pesar de las estrictas medidas de seguridad, algunos de estos objetos mostraban signos de manipulación, lo que llevó a su traslado a la Biblioteca Vaticana. Investigaciones recientes sugieren que los artefactos principales datan de los siglos VI y VII, procedentes mayoritariamente de ofrendas de Tierra Santa. Establecer la autenticidad de estos tesoros sigue siendo una tarea incierta, aunque es probable que muchas de las reliquias hayan servido como regalos diplomáticos a lo largo de la historia.
Una carta del Papa Pelagio II del siglo VI sugirió que los objetos colocados cerca de la tumba de un santo adquirían un poder santificador. Con este precedente, la autenticidad de las reliquias fue menos cuestionada históricamente.
El Museo Vaticano se ha comprometido a preservar estas reliquias y continuar investigando su historia, arrojando luz sobre el origen y el significado de estos tesoros venerados.
Imagen destacada: Antoine Mekary | ALETEIA
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